Hoy quería hablarles acerca de la Astrología y de cómo este milenario conocimiento puede ayudarnos a entender los extraordinarios y vertiginosos procesos que estamos experimentando a nivel global.
Hasta hace muy poco tiempo, si a uno le sobraba algo de dinero y quería ahorrarlo conservando su valor, lo más conveniente era adquirir bonos del Tesoro Norteamericano, considerados Investiment Grade (AAA), la máxima calificación de confiabilidad en inversiones internacionales.
Con un poco más de sofisticación, podía consultarse a un agente de bolsa e invertir en valores de las principales empresas líderes que cotizan en Wall Street. No era mucho el rendimiento anual que podía obtenerse en comparación a otras inversiones en mercados emergentes, pero uno se aseguraba de que sus ahorros iban a estar bien resguardados.
De repente todo cambió con la llegada de Plutón al signo de Capricornio. Este astro, cuyo nombre latino nos remite al dios griego del inframundo (Hades), tarda 247 años en dar una vuelta completa alrededor del Sol. Su energía, refiere a la muerte y a la destrucción que da paso a una posterior transformación.
Es obvio que la primera reacción psicológica que aparece ante una influencia tan desestructurante y lejana a nuestra conciencia humana, es la de experimentar un profundo pánico y sentimiento de dolor. Pero si observamos con detenimiento, no podremos dejar de reconocer el gran servicio que nos brinda este planeta.
Plutón arrasa con todo aquello que está cristalizado, desvitalizado, o que ya no tiene razón de ser, generando suficiente energía disponible para que surja lo nuevo. Por su parte, el signo de Capricornio, visto a escala mundial, nos remite a las estructuras, a la ley imperante, a las instituciones, a un status quo determinado, a un ordenamiento jerárquico. Combinando ambos factores, es fácil deducir que el mundo se encuentra en una etapa crucial. Que el paradigma que nos ha gobernado hasta ahora se ha agotado y que estamos asistiendo al principio de su fin.
Haciendo un poco de historia, la última vez que Plutón estuvo en el signo de Capricornio, fue en el período 1762 / 1778. Un lapso de más de quince años, también signado por profundos cambios y grandes transformaciones.
En aquella época, el sistema de gobierno monárquico languidecía. Los Estados Unidos se independizaban de la corona Británica, generando el germen de una nueva superpotencia basada en la democracia. Por su parte, Luis XVI padecía enormes dificultades y problemas económicos en el trono de Francia. Todos sabemos como terminó unos años después. Junto a su mujer María Antonieta, perdieron la cabeza a manos de unos revolucionarios apoyados por la plebe y financiados por los señores burgueses.
Esta clase social que florecía acaparando enormes cantidades de dinero, producto del comercio y las finanzas, se transformó en el nuevo amo del mundo. El poder del dinero, casualmente llamado Plutocracia, encarnado por los bancos y corporaciones, gobierna nuestros destinos desde aquella época.
Pero volvamos a la actualidad. Luego de su largo periplo visitando los confines de nuestro sistema solar, Plutón ingresó nuevamente al signo de Capricornio en el mes de enero de 2008, prometiendo quedarse esta vez hasta el 2023.
Los efectos destructivos comenzaron a sentirse de inmediato. Su entrada a la cúspide del signo de la cabra, coincidió exactamente con el derrumbe de
General Motors, la mayor empresa automotriz del planeta, entraba en bancarrota. Lehman Brothers, uno de los holdings financieros más importantes del mundo , naufragó irremediablemente. Las profundas transformaciones en las estructuras de poder, no sólo se limitaron al campo económico. Por primera vez en la historia de los Estados Unidos un afroamericano logró consagrarse Presidente de la Nación. Algo que de haberse mencionado sólo unos años atrás, hubiera sido considerado como un chiste de mal gusto o una historia de ciencia ficción.
La administración del propio presidente Barak Obama, diseñó una estrategia de rescate económico basado en la emisión monetaria de cientos de miles de millones de dólares. La enorme inyección de divisas sin el correspondiente respaldo derivado en una mayor producción, amenaza con una desvalorización sin precedentes del dólar y una paulatina pérdida de confianza en sus Bonos del Tesoro, con consecuencias aún peores que las experimentadas hasta la fecha.
China, hasta hace poco el mayor tenedor a nivel mundial, se deshace de los T Bonds en forma casi silenciosa. Ya vendió por 50.000 millones de dólares, sustituyéndolos por oro y plata. Las calificadoras de riesgo, analizan seriamente y por primera vez en la historia , bajarles la nota.
A Europa no le fue mucho mejor. Islandia instauró un "corralito bancario" al mejor estilo argentino. Miles de ahorristas de diferentes países de Europa fueron damnificados directos. El caos económico de Grecia es como la punta de un iceberg deteriorado hasta sus cimientos. Portugal y España se suman a las economías tambaleantes. Gran Bretaña tiene un enorme déficit fiscal que ya supera el 12 por ciento de su PBI y así podría seguir describiendo una larga lista de calamidades.
En definitiva, no nos enfrentamos a una turbulencia económica más. Estamos asistiendo a una crisis sistémica. Al la lenta caída del paradigma capitalista que gobernó este último período de la humanidad.
En una década más, cuando Plutón ingrese definitivamente en el signo de Acuario, traerá consigo el nacimiento de un nuevo orden mundial. Mientras tanto, asistiremos a las marchas y contramarchas propias de un sistema de poder que agoniza irremediablemente.
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